lunes, marzo 20, 2006

Graciela


Graciela miraba por arriba de sus anteojos sentada detrás del escritorio. Morena ella, teñido el pelo de rubio, pagaba cheques a los proveedores los días miércoles entre las 13.30 y las 17 horas.
La disquería donde trabajaba Graciela era siempre un mundo de gente. Se dedicaban a vender ofertas y reediciones de discos que a veces resultaban interesantes de revolver, siempre algún disco olvidado entre las bateas, siempre algo que nadie conocía y podía resultar una joyita por un módico precio y hasta a veces una verdadera oferta.
Eran los tiempos en que el CD comenzaba a ser furor, y el disco de vinilo vislumbraba su muerte cercana.
Por ese entonces, yo hacía las veces de vendedor y cobrador de una compañía discográfica, por lo que conocí a G. A mediados de los ´90.
Graciela imponía distancia y respeto. Sus ropas no coincidían mucho con su edad, parecía una chica joven vestida de señora mayor.
Al cabo de un par de meses de tratarla, comencé a notar un cambio en su manera de tratar y en su personalidad. En una oportunidad en la que el trabajo escaseaba, y a los clientes había que visitarlos igual, G. Me ofreció un café que yo acepté sorprendido. Me comentó que era casada. Pero al levantarse de su escritorio no pude evitar seguirla con mi mirada.
Su manera de vestir era otra totalmente distinta, dejó de lado los trajecitos “Eva Perón” para acercarse más al último grito de la moda. Llevaba puesta una pollera de gasa bastante translúcida que dejaba adivinar las curvas de sus piernas. Me sentí estremecido por semejante imagen. Su blusa (bastante ajustada) contorneaba sus pechos medianos pero de muy buenas formas.
Los empleados del local habían descubierto un volcán en pleno centro. Lo que ayer era hasta desagradable (más que nada por el trato distante que ella les ofrecía) hoy era cordialidad y amabilidad.
Tomamos el café que yo no apuré en ningún momento, hasta diría que el último sorbo estaba realmente helado. Charlamos de cosas sin importancia, triviales para cualquier humano que se precie de ser normal.
Nos saludamos con un beso en las mejillas y seguí mi camino por otros locales de la zona, pero esta vez un tanto pensativo. G. Me había asombrado con sus cambios.
Alguno de esos miércoles, no recuerdo fecha ni mes ni estación del año, Graciela me pidió si por favor podía conseguirle no se que compilación de música de los ´80 de ediciones que en esos tiempos resultaban difíciles de conseguir.
Yo tenía mis contactos y accedí a conseguirlos en breve. Graciela me contestó que si podía alcanzarle los discos (que eran dos ahora que recuerdo), el sábado próximo en un bar de San Juan y Boedo.
Accedí...
Nos vimos...
Hablamos...
Reímos....
Nos despedimos con un hermoso beso en la boca.
Durante el lapso de una estación fui su amante. Cada mañana encontraba mensajes de amor en mi beeper, cargados de palabras que nunca jamás me habían escrito.
Graciela era simplemente una mujer aburrida de su rutina, quiso probar, quiso sacudir sus estructuras y hasta demolerlas a golpes de puño. Yo la convencí para que no lo hiciera. Para que no abandonara su hogar. No tenía hijos, pero la convencí para que no se separara. No lo hizo.
Su marido debe haber estado muy feliz.
Nos fuimos alejando de a poquito, lentamente...
Años después, me casé para separarme a los ocho meses.
Nadie me pudo convencer de nada...

5 comentarios:

Naty dijo...

tengo una amiga, que conforme lo que escribamos... la respuesta nos la damos por teléfono... en este momento me encataría tener su teléfono (o por lo menos su biper!)
Besos, sudor y lágrimas... sin querer convencerlo de nada que no quiera creer (sentir)
34.(calibre inexistente que intenta disparos siempre certeros)

Caríssimo Cuore dijo...

Tia: yo creo y siento lo que leo que está escrito de corazón, le comunico que ya no tengo beeper, el calibre inexistente es hasta ahora lo que tanto tiempo he estado buscando. Un disparo certero, le aseguro, me vendría de perillas, qué le parece si luego le paso una dirección de mail, usted me pasa otra y nos dedicamos unas líneas con certeza, con calibre, con destreza...

Naty dijo...

cuando lo obvio se hace enemigo de lo claro, lo que a ud le parece se hace imperativo...
espero la dirección del mail y aun con más ansias un intercambio epistolar electrónico y eléctrico (ecléctico es siempre todo lo mío, así que no lo espero porque es algo que sé que está)
Merci /y ya no mercy, por la risa q me dio lo del acento francés, jejejej)

Naty dijo...

Carissimo, será verdad que las armas las carga el diablo. Le mando mis descalibradas balas por mail y sólo me rebotan...
snif

Naty dijo...
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