viernes, marzo 17, 2006

Dra. G


Meses después de mi llegada a la oficina (muchos meses después de quedarme sin trabajo fijo), la ví por primera vez..
Yo que recién olfateaba el territorio tratando de reconocerlo, que estaba alegre por insertarme nuevamente en el mundo laboral, yo que venía arrastrando la capa con la cola entre las patitas traseras, me encontré envuelto por el poder seductor de una letrada.
Pocas veces uno se siente a esta altura de la vida, impactado por los juegos seductores de una mujer (juegos innatos y no apuntados directamente a mi persona, vale la aclaración).
La Dra. G es una mujer que derrama sensualidad con sólo caminar por una vereda del micro centro. No es provocativa, viste con simpleza y elegancia.
Sus atributos merecen que cualquier hombre la siga con la mirada. Desparrama su perfume cuando pasa por la puerta de mi cuartel general, mi refugio. Es entonces cuando yo, en este piso primero que se parece más a un nicho que a un conjunto de oficinas, dejo la puerta de mi escritorio abierta, muchas veces esperando verla pasar.
Al principio, cuando recién nos conocimos, no trabábamos conversación alguna. Apenas un buen día, un adiós hasta mañana, pero nada más. Ni siquiera sabía su nombre.
Con el correr de los días nos fuimos acercando, yo, claro que yo, con alguna excusa inverosímil o un pedido de saquitos de té, le arranqué de prepo su nombre y su apellido.
Ella me arrancó el mío. Conocí su voz, suave, su conversación pausada, su sonrisa a veces tímida y otras veces subyugante. Descubrí que no se carga la cara de maquillaje, no lo necesita.
Pasa y me sonríe, sonrisa que devuelvo con mis caídas de ojos de perro tristón y haciendo pedidos a dios para que me mire un segundo más, que me fusile con sus elipses amarronadas, que sacuda sus pestañas provocando viento y sacudiéndome el polvo, despabilándome.
Me transporta, tiene eso que describo como la vuelta a la nostalgia, a la vereda del sol, a la inocencia. La vuelta a sentir que el estómago me hace cosquillas.

No pretendo más que verla, que me salude y desoír a veces sus palabras para nada más observarla.

3 comentarios:

Naty dijo...

Está Ud enter romántico y melancólico hoy? Es por el clima, o es siempre así?
Ud., trabaja de escribir o es, digamos, contador?
No lo elogio para que no agradezca, pero sepa que lo suyo me gusta y mucho (narrativa y contenido I mean).
y yo creo que las butterflies are always right, no las desatienda...

Caríssimo Cuore dijo...

igualmente, gracias...totales

Anónimo dijo...

me siento muy identificado con este relato, ya que a mi me pasa lo mismo pero en un 2º piso y es una perrita que me pasa me mueve la colita y me mira por arriba de los hombros, como no quiero ser uno mas en su lista de acosadores es que me muerdo los dientes y no digo nada, simplemente disfruto de su belleza pero no se por cuanto tiempo voy a dejar de tirar esta correa de ahorque que siento que tengo estoy esperando el momento que se descuide y cuando crea que me voy a quedar observando, pegarle el tarascaso.... que vida de perros...