viernes, abril 21, 2006

Conozco la leyenda del colmillo


La verdad es que se me ocurren tantas cosas. Alguna vez ofrecí mi yugular a diestra y siniestra. Conocía los riesgos de ofrecerla, pero debí haber tomado mis recaudos esa vez.
Myriam era un auténtico vampiro bucanero.
Yo solía observarla desde mi mesa del café de la esquina del Grafotécnico. En verdad estiraba mis recreos para poder cruzármela, no voy a mentir, al menos en este caso.
Aquel mediodía la seguí, observando con bastante agrado su persona y su hermosísimo culo.
La alcancé a las pocas cuadras, tomé coraje y le ofrecí un café en la esquina del Congreso.
Aceptó.
Hablamos.
Yo la miraba tratando de disimular mi excitación (todos tenemos una velocidad, en el pantalón).
Pasados un par de días, la convencí para que me acompañara a ver un espectáculo de travestistas donde trabajaba M. como asistente y Ch. como seguidor, creo.
Al término del espectáculo me ví apretado entre su cuerpo y la cortina metálica de la confitería Ideal.
Bebimos entre amigos un rato después.
Le propuse pasar la mejor de las noches de su vida.
Aceptó.

Desperté sin sangre, creyéndome la historia, ésa de aceptar que no había pasado ella, la mejor de las noches de su vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me encanta el titulo y el post =)